¿Existe la educación emocional?

Si te lo preguntaste alguna vez, si creíste que todo se trataba de un tema que se encuentra de moda y solo eso, es fundamental que todos tengan la certeza de que la educación emocional si existe y es una capacidad de vital importancia en el ser humano. La misma es un proceso educativo continuo y permanente. Este tipo de educación busca potenciar el desarrollo emocional como complemento necesario del desarrollo del proceso del aprendizaje y la experiencia, constituyendo los elementos esenciales del impulso de la personalidad integral.

El desarrollo de la propia inteligencia emocional debe comenzar en edades tempranas, ya que es un hecho demostrado que evolucionar las habilidades emocionales y alcanzar nuevas competencias resulta primordial para el crecimiento personal y la felicidad. Su proceso en el entorno educativo escolar y familiar es cómo se concreta la educación emocional.

¿Cómo se descubrió la existencia de la educación emocional?

Al principio del siglo XX, unos investigadores afirmaron que el ser humano poseía dos tipos de inteligencia: una ideativa, la más analizada hasta entonces, y otra instintiva, que de alguna forma, es la que actualmente se equilibrará con la inteligencia emocional ya que nos viene concedida por herencia cromosómica. Nos reconoce la supervivencia particular frente a los peligros ya interiorizados genéticamente y la supervivencia agrupada a nivel de la especie.

Para las revistas de investigación en psicología en las últimas décadas las investigaciones de la inteligencia emocional han copado en su aplicación en el ámbito educativo.

Varios psicólogos de la época, años más tarde, continuaron profundizando en los tipos de inteligencia humana. Uno de los más influyentes psicólogos con respecto a la psicología comparada y el proceso de aprendizaje, Eduardo Thorndike, habló de una inteligencia necesaria para llevarse bien con los demás. Después, en la época del conductismo, las investigaciones se detuvieron y el tema de la inteligencia emocional y su atención en la educación perdió importancia.

En 1985, Wayne Payne realizó un estudio sobre la emoción que contradecía muchas de las teorías de la época. Payne quien citó en su tesis doctoral Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional (1985), fue el primero en usar el concepto de inteligencia emocional, pero no de la forma conceptual en la que lo conocemos ahora.

Finalmente para los años 90 se hizo más visible el tema de la inteligencia emocional, de la mano de los famosos Mayer y Salovey quienes la definían como un conjunto de rasgos de la personalidad “la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con precisión, la habilidad para consentir y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emocione y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional intelectual (1997)”.

Principales objetivos de la educación emocional

Aunque depende del enfoque conceptual con que se estudie la inteligencia emocional, los objetivos de la educación emocional serían parcialmente distintos. Sin embargo, podrían enumerarse desde un enfoque amplio los siguientes objetivos de la educación emocional:

  • Desarrollar nuestras habilidades sociales, para la vida y para el bienestar propio de las personas que nos rodean.
  • Apreciar nuestras cualidades positivas, distinguir nuestros defectos y orientarlos a la evolución de una buena autoestima.
  • Identificar y comprender mejor las acciones propias y ajenas.
  • Desarrollar la destreza de manejar las propias emociones en función de la información que nos han aportado.

Para continuar, es importante definir las emociones, qué son, qué tipos existen y para qué sirven. Algunos expertos definen las emociones como productos de la elección natural que funcionan como sistemas de procesamiento de información rápidos, diseñados para ayudarnos a contender con el entorno y los acontecimientos de nuestra vida.

En el ser humano las emociones se originan de manera secundaria a un pensamiento. Es decir, primero el individuo piensa en algo y es eso lo que le produce una emoción concreta, que a su vez, le lleva actuar de una manera determinada, sin descartar que no actuar es una acción en sí, y por último, llegaría el resultado de la acción.

Aunque no existe un consenso absoluto respecto a cuáles son las emociones, según Paul Ekman, psicólogo y profesor emérito, clasifica las emociones de la siguiente manera y es una de las teorías más aceptadas actualmente: la alegría, tristeza, asco, miedo, ira y sorpresa.

Para Pallarés, escritor, traductor y guionista, cada emoción tiene una finalidad diferente. En general, las emociones nacen para valorar el estado que las produce e intentan nuestro ajuste y superación del mismo. Es decir, el miedo no avisa de un posible peligro, el asco nos previene de algo que puede molestarnos o enfermarnos y así como la alegría nos surge ante algo que nos gusta, etc.

Educación emocional en la infancia

En la etapa infantil, la educación emocional le enseña a los niños a controlar y a gestionar sus emociones. Cuando se trabaja las emociones en clase consiguen que los alumnos estén más motivados y les ayudan positivamente en su desarrollo intelectual.

Para padres y maestros es importante que los alumnos adquieran conocimientos académicos, pero a su vez también otros tipos de aprendizaje como es la gestión de sus sentimientos. Daniel Goleman, psicólogo y escritor, define la educación emocional como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los sentimientos de los demás, de motivarnos y de manejar apropiadamente las relaciones”.
Es por ello que apunta a su importancia, ya que los niños deben aprender a identificar y gestionar sus emociones.

Para la psicóloga educativa, Clara Aladrén Bueno, “los niños tienen que aprender a pensar antes de actuar, a controlar su agresividad y su rabia, a identificar también cuando están tristes o contentos… y todo eso es posible ayudándolos emocionalmente desde muy pequeños. Simplemente así serán individuos más felices y podrán adaptarse a las diferentes situaciones por las que les irá llevando la vida”.

Importancia de la educación emocional según la plataforma Educapeques:

  • Serán alumnos cognitivos más eficaces, tendrán más concentración y menores interferencias afectivas.
  • Crearán un ingrediente notable en su éxito personal y profesional.
  • Acrecentará su motivación, su curiosidad y las ganas de aprender.
  • Amplía la agudeza y profundidad de la percepción e intuición.
  • Los niños lograrán ser emocionalmente más felices.

Incluir la educación infantil entre los objetivos didácticos de los maestros es muy importante para los niños. La inteligencia emocional no es inherente de los niños. Se consigue a través de las vivencias y de las relaciones, de ahí que sea tan importante el papel de los padres y también de los maestros en su desarrollo emocional. La Psicopedagoga y Pedagoga Terapéutica, María Jose Roldan, señala que en clase primero deberás establecer el momento adecuado para trabajar las emociones y después tendrás que marcarte unos objetivos.

Algunas de las actividades que se puede desarrollar en el aula para trabajar la educación emocional infantil:

Busca actividades para trabajar la conciencia corporal y comparar con las emociones. De esta forma los alumnos obtienen conciencia de la relación que existe entre el cuerpo y las emociones.

Realiza prácticas de relajación que permitan al alumno calmarse y eliminar el estrés.

Pon en acción actividades dirigidas, por ejemplo, saltar para liberar las emociones y detenerse para encontrar el equilibrio.

Invita a tus alumnos a expresar lo que sienten, que reconozcan sus emociones y la de los demás. Esta actividad se puede realizar a través de la relación de las emociones con los colores.

Se podría concluir que el principal y auténtico objetivo de la educación emocional es el crecimiento personal y la felicidad, como se mencionó anteriormente. Por ello se propone el progreso de conocimientos y habilidades sobre las emociones con el objetivo de habilitar al individuo para afrontar mejor los retos que se le plantean en su vida cotidiana para apuntar como finalidad el bienestar personal y social.